Caían en la oscuridad las palabras de maldición,
los rituales de alguien que se convertía en venganza
cuando la derrota le abismaba otra vez
y las preferencias del cielo daban al odiado
esa ventaja del aire y la habilidad del sueño.
provocaciones que hacían daño
permisivas de sangre y dolor,
cuadros amplios de melancolías desoladas
volviéndose sombra para atemorizar de ilusionismo el desierto,
formas diversas de confusión y metamorfosis,
cambios de ánimo sin alteraciones del orden,
confrontaciones en la degradación del tiempo
- cuando Cristo estuvo ausente o para desafiar su voluntad -
en la fidelidad marchita de muchas dudas.
El desmayo ante la indiferencia,
ante la abolición de la existencia,
el desgano que pronto inventaba la desgracia nueva de saberse nulo,
la proliferación descompuesta
por el destino de la negación,
los horrores que se imaginaban,
los que eran realismo cotidiano y pintura rupestre,
los que eran evidentes y desaparecían,
generaciones de sombras y escenas de horror,
capitulación de la doble desfiguración ante los espejismos
que reproducía la magia perversa
en los episodios que la brujería dominaba bajo régimen místico.
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