miércoles, 2 de enero de 2013

Sesiones de Espiritismo I



Cuando sueño aparezco de pronto asomándome con cautela por un mercado que mi mente se resiste a olvidar. Me acerco de noche acumulando escalofríos, sin embargo sigo adelante resistiendo el viento perturbador que sopla como si fueran lamentos de la miseria destellando en una oscuridad que ha convertido en fantasmas todos los recuerdos del día, como el mío, que sobresale en mi desasosiego permanente.
Aparecer en este absurdo para reconstruir lo que parecía frívolo, me resigna a una posibilidad poco esencial. Sigo adelante pero al mismo tiempo retornando por un camino pasado dispersado en las anécdotas y experiencias de un intercambio que en ese momento tenía sentido.
Volver para recordar con temor los espectros residuales de aquellos días bienintencionados que sólo yo puedo rememorar con más sufrimiento que alivio. Ahora no existen más que sombras acumuladas guardando historias en plena descomposición, mientras yo sigo atormentado pisando un vacío que podrá despertarme de esta locura infinita de largo aliento, donde los rostros humildes se acercan a una muerte por desesperación que me son difíciles de ignorar.
Caminar en esta escena es conciliar la noche melancólica en soledad, con la jornada popular que me ha significado la vida. El clamor viene desde el fondo, por eso soñando es posible anular lo que se ha quedado sin remedio cuando parecía florecer en el desorden de la informalidad un vínculo que el tiempo y el lugar ha comprometido con insistencia.